24.4.07

Domingo en ascuas

Hoy el sol se ha quedado dormido. El domingo le ha afectado tanto como a mi vecino el resacoso.
Así que se ha quedado un día triste, sin llegar a soporífero. Abril no es un mes para la melancolía. Y la gente, claro, andaba medio despistada. Unas chancletas desentonan con las nubes grises, por muy de marca que sean.
Claro que mi coche lo ha agradecido. El aparcamiento en la playa estaba semivacío. Entre las carreras de coches y la semana pascuera que comienza, los restaurantes y garitos de la Malvarrosa se han quedado en ascuas.
¡Qué distinta es la Semana Santa comparada con la de mi infancia¡
Recuerdo el domingo de Ramos en mi niñez (en diumenge de Rams, qui no estrena no té mans, decía el dicho popular), con la palma afilada, las luchas palmeras con mis amigos en las barcazas volcadas en la arena de la playa, mientras nuestras madres daban cuenta a sorbos del primer vaso de horchata.
Hoy apenas se ven palmas, aunque sí muchos más catxirulos; eso sí, todos carrefourizados y de serie, no como los de antaño, de plástico o vela de barco y cordel de la tienda de la señora Emilia.
La atmósfera dirige nuestras almas. Hoy debería ser un día alegre, de plena primavera, de calcetines cortos y sonrisas blancas, y sin embargo, los grises otoñales del cielo revuelven las estampas melancólicas en nuestro interior.

Humprey

De pequeño siempre quise parecerme a umprei. Sí, sí, a umprei. Detestaba a las personas que le llamaban janfri. No sé, quizás me recordaban a mi tío Juanvi, que era insoportable porque cada vez que iba a visitarle me daba un tirón de orejas porque quería que creciera más, decía él, pero lo único que conseguía era humillarme delante de todos mis familiares y amigos.
Por eso umprei fue mi ídolo. Me gustaban las cosas que eran tal como parecían, y no aquellas que se empeñaban en parecer distintas, o aquellas que eran diferentes a cualquier parecido que tuvieran. Como mi tío, que de simpático y gracioso no tenía ni un pelo. Y no lo digo porque estuviera calvo.
Quizás fuera ese el motivo de su animadversión para con mis orejas. Al ser calvo sus orejones lo convertían en objeto de burla cotidiana, y él parecía querer trasladar sus humillaciones sobre mí tratando de buscar un digno competidor de sus hazañas naturales.
Claro que resultaba imposible competir con aquél descendiente de Dumbo, por mucho que él quisiera negarlo. Y que conste que siempre tuve para mis adentros aquella comparación. Siempre tuve la mesura como cárcel de mis palabras. Ningún pensamiento cruzaba mis labios sin antes haber pasado los filtros de la decencia, la mesura, el tacto y la consideración. Y así me gané la fama de poco hablador, que mis críticos más feroces convirtieron en tímido y desconsiderado.
Nunca fui amante de los tumultos, las tertulias o las concentraciones. Prefería mis soledades, mis paseos a dos con cualquier persona que se prestara a una buena conversación. Agradecía el contacto suave de las sensibilidades compartidas y huía del griterío brusco de las aglomeraciones. Y claro, terminé sumergido devorando aventuras, monólogos, historias, anhelos y sentimientos que se desprendían hoja tras hoja de los pocos volúmenes que habitaban en la biblioteca de mi barrio.
Allí fue donde descubrí por vez primera a umprei -en aquellos días no podía comprender porqué habían decidido escribirlo humphrey-, porque en mi barrio no había cine, como tampoco había centro médico o alcantarillado, sino sólo una deshilachada hilera de casernas amontonadas y al final, cerca del río, una pequeña casona que hacía las veces de escuela, biblioteca y tienda de aprovisionamiento de víveres en aquella entrada de olores tan penetrantes.

Por eso siempre quise ser umprei, umprei blogart.

Sin pecadillos

Me he desayunado con la siguiente noticia:
El Episcopado recuerda a los católicos españoles que la “masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas y las prácticas homosexuales son pecados gravemente contrarios a la castidad”.
De entre todos los profesores de mi infancia recuerdo con especial detalle a nuestro profesor de historia (de la de España, no de la sagrada): Don Venancio. Parecía él mismo sacado de la historia. Su vivo retrato, su comportamiento, feudal, absolutista o caciquista, se ajustaba a la lección correspondiente como anillo al dedo. Su clerguiman alzado, su sotana quasi-impoluta, si no fuera por las diminutas huellas que su picadura quemándose dejaba tras pasar por sus diminutos labios.
Parece como si la Iglesia estuviera repleta de 'don Venancios'. Lejos de mirar el rumbo de la sociedad, se empeñan en seguir con la venda en los ojos. Con lo fácil que lo tendrían emulando a sus compañeros de la Meca: si Mahoma no va a la Meca, la Meca va a Mahoma (que conste, no obstante, que a éste lo dejo sin representación, Dios me libre). Pues eso. Ni masturbarnos, ni fornicar, ni videos pornos (y los chats todos clausurados por procaces). Aunque pensándolo mejor, peor los tienen los homosexuales, todos ellos retratos vivos del 'pecado'.
Claro que, analizando con detalle, sólo se pronuncia sobre la contrariedad de dichas prácticas con la 'castidad'. Y que se sepa, no hay obligación cristiana universal de castidad, puesto que ésta exigencia sólo la requieren de algunos cuerpos clericales (aunque las almas igual tienen más libertad). De ahí que no entiendo como afirman que constituyen 'pecados gravemente contrarios'. No pueden referirse al común de los católico-mortales, puesto que para ellos la castidad no supone ninguna exigencia (igual han cambiado los mandamientos en alguna película de jólivud y yo sin enterarme). Y menos entiendo el encabezamiento: se recuerda a los 'católicos españoles'. Ser español es un mérito en la religión católica? Se aplican exigencias distintas? Quizás varas diferentes de medir (el pecado)? Lo harán para incrementar la tarifa de los anuncios por palabras en el diario 'La Razón'?: 'sumiso PERUANO se ofrece como esclavo. hotel y domicilio'; 'Francés por portuguesa -de origen español-: 100€'.
Aprovechando que estamos en éstas, le echo una ojeada a la sección del periódico, hago unas llamadas y a ver si cometo algún pecadillo.